lunes, 13 de junio de 2016

Mad Letter 3: Hace tiempo...

Hace tiempo, mi abuelo, siendo ya un hombre muy viejo, me contó de cuando él era un niño. Antes que las fábricas comenzaran a echar humo, cuando este seguía siendo un valle verde lleno de animalitos. Cuando en la colina que hoy ya no existe había un árbol que daba una vista muy bonita del atardecer; me contó de la vez que vio morir a un hombre:
»Estaba yo chamaco, he de haber tenido unos cuatro o cinco años cuando conocí a Don Chano, era un viejito que decían que tenía toda su vida viviendo en el valle. Siempre estaba muy serio, muy callado, yo hasta pensaba que era sordomudo o alguna cosa de esas; su esposa se había muerto hacía cosa de 6 años, cuando él tenía setenta y tres años, desde eso es que él ya no hablaba. Siempre tenía la mirada como triste, sin ganas de nada. Todos los días se iba a aquella colina a ver al sol meterse, antes iba con su señora y ahí se ponían a platicar, a reír y a veces hasta a llorar, pero ya después nomás se iba él, solo, así duró unos años. Nunca me había dirigido la palabra, nunca hasta ese día; había estado lloviendo toda la semana, hasta que el sábado, más o menos a eso del mediodía salió el sol y Don Chano se fue caminando despacito, hasta llegar a aquél árbol que estaba en la colina, allí donde era su lugar y se estuvo ahí hasta el atardecer. Ése día yo venía del campo, de trabajar, ya iba camino a mi casa cuando escuché una voz ronca, gruesa, cansada, una voz que me pidió que me acercara, voltee y me sorprendió ver que era él quien me hablaba, era Don Chano quien me llamaba.
-¡Juan! ¡Chiquillo!
-¡Ahí voy Don Chano!
Cuando llegué y le pregunté para qué me quería, se quedó callado mirando cómo se ponía el sol. No me moví de ahí, me quedé viendo al sol también y al ratito el viejo empezó a hablar:
-Sabes chamaco, es muy bonito sentarse aquí y ponerse a pensar, mirar cómo se mete el sol entre las montañas, cómo se va haciendo de noche poco a poquito, pasa bien lento el tiempo pero de todos modos uno ni se da cuenta hasta que ya está oscuro. A mi Clara le gustaba mucho venir aquí, nos veníamos juntos, hablábamos, mirábamos esto y cuando estábamos más jóvenes hasta nos quedábamos a dormir aquí en el tiempo de los calores.
Don  Chano se soltó platicando y yo me quedé con él, escuchando bien atento todo lo que me decía.
-Hablábamos de todo y de nada, tarugadas y cosas sin importancia pero como sea, eran cosas de nosotros y el día que ella ya no estuvo conmigo seguí viniendo porque eso le hubiera gustado que hiciera. Seguido me decía que si se moría ella primero yo tenía que seguir haciendo lo mismo, yo tenía que seguir con todo igualito que si ella estuviera conmigo todavía. Por eso seguí viniendo, porque ella me dijo que así lo hiciera. A lo mejor se te hace raro que te hable y más que sea pa’ estas cosas pero es que ya me estoy muriendo ya no me falta mucho, en cualquier chico rato estiro la pata y no quiero morirme estando solo, yo a eso siempre le tuve mucho miedo, a estar solo y ya cuando mi Clarita se me fue pos ya no me quedo de otra y bien dicen que uno a todo se acostumbra, así lo tuve que hacer yo, con eso de estar solo.
Cuando Don Chano me dijo eso de que ya se iba a morir, me dio mucho miedo, me acordé cuando mi apá se murió y nos dejo a mi señora madre y a mis dos hermanos solos, yo creo que por eso me quede, porque me dijo que le asustaba morirse solo y aunque me había dicho que ya se había acostumbrado, no quedaba mal acompañarlo.
-Sabes chamaco, a mí antes no me importaba morirme porque tenía a mi Clarita, la tenía a mi lado acompañándome siempre, en todo momento. Pero ahorita yo quisiera morirme así como nací, rodeado de gente, gente contenta, feliz por mí, queriéndome mucho, gente que no conozco pero gente que me quiere.
Al tiempo que me decía eso se le empezaron a poner los ojitos rojos y su voz ronca y gruesa se comenzó a quebrar. Pronto acabó por sollozar. Estaba triste, se le notaba en todo.
-Me siento mal niño, solo. En tantos años que vivimos aquí, nunca hice por conseguirme algún amigo, conozco a todos los que viven aquí y ellos me conocen, tu padre también me conocía. Pero nunca me preocupé por hablar con nadie o por seguirles la corriente cuando querían platicar conmigo, me fui ganando el desprecio de todos pero, es que, yo estaba ocupado en mi señora, sólo vivía por ella y ahora aunque le tengo miedo a la muerte, es lo mejor que me pudiera pasar, morirme. A lo mejor estás pensando que soy un viejo loco, que nomás te estoy quitando el tiempo y, a lo mejor si es así, y es que mi Clara y yo fuimos muy egoístas, nunca tuvimos hijos, creímos que con nosotros nos bastaba, los chamacos nos venían sobrando; es por eso que te digo esto, porque de algún modo aunque sea en mis últimos respiros, me quiero redimir, quiero que Dios me perdone por haber sido así, que vea que me arrepiento y que aquí ya tuve un castigo que estoy viviendo hasta hoy, el castigo de quedarme solo, solo por completo.
Luego luego de que me dijo eso se quedó callado, cerró sus ojitos y dejó de respirar. No supe qué hacer, entonces me quedé parado al lado de Don Chano, mirándolo; para esto ya se había oscurecido, ya no había llegado a comer, no sé cuánto rato haya pasado, cuánto duré ahí parado, pero me acuerdo que no me moví, no me moví hasta que llegó mi mamá muy asustada y me llevó de la oreja a la casa. Llegando, le dije que Don Chano se había muerto.
¿Y tú cómo sabes? –Me preguntó
Porque lo acabo de ver morirse. «
Irónicamente esa fue la última vez que hablé con mi abuelo antes de que se muriera. Estaba muy tranquilo papá. Sé que te arrepientes de no haber estado ahí, que quisieras cambiar el tiempo que no estuviste con él, regresar atrás y no haberse distanciado nunca pero eso es algo que ya no se puede.
Ahora tú dices que es el final del camino, que hasta aquí vas a poder llegar y te cuento esto, porque, esas son personas que de algún modo u otro no se llegaron a despedir, no tuvieron un último adiós y eso, eso es algo que yo quiero que tú tengas. Quiero que sepas que aquí va haber alguien que llore por ti, que no dejas ningún cabo suelto, que puedes partir sabiendo que fuiste dichoso en vida y lo podrás ser en lo que sea que venga para ti después de la muerte.
Quiero decirte que te voy a extrañar mucho, que me vas a hacer mucha falta, así como yo sé que te hizo falta mi abuelo, así siento yo que te voy a necesitar.