Hola Charly! Te preguntarás por qué te escribo esto a ti. Por qué a ti y no a él, él que me procuró tanto, él. Que sus ojos resplandecían con sólo mirarme. Él, que sin quererlo se enamoró de la persona equivocada. Yo. De mí, Monserrat.
Debo confesar que al principio, aquél día en que ustedes dos se aparecieron de lo más random en ese oxxo, diciendo que les hiciéramos el paro de comprar unas cervezas porque ustedes seguían siendo menores de edad. Aquél día en el que luego de haber comprado las cervezas por ustedes (y luego de habérselas entregado) se nos pegaron de lo más inocentes con la excusa del fuego. En fin, aquél día yo no imaginaba todo lo que iba a suceder. No imaginé que nos hiciéramos amigos, no imaginé que iban a ser tan directos al preguntar: “de ustedes, ¿quién tiene novio?” lo cual hasta el día de hoy me hace reír. Por supuesto que nunca en mi pinche mala vida me hubiera imaginado que él se iba a enamorar de mí.
Te escribo esto a ti porque él ya no lo puede leer, ya no está aquí. No sé donde está y eso solía no preocuparme, pero el punto ahora es que no está y por eso te lo voy a contar todo. También porque ustedes fueron amigos. Porque él es tu amigo, él, Óscar.
La verdad es que una se llega a sorprender de lo rápido que pasan las cosas.
Te preguntarás también por qué hago esto hasta ahora que ya han pasado algunos meses, por qué no verte en persona, por qué no te lo dije antes. Pero para todo eso es la misma respuesta: no tenía el valor para reponerme y hacerlo.
Han pasado ya dos meses y medio desde aquél veinte de mayo en que los conocí y aunque todo aquello aconteció en unos cuantos días, pues hasta hoy tuve el valor para escribir esta carta. Porque después de todo, él era tu amigo y tienes derecho a saber de lo que fue de él. Tienes derecho a saber por qué al regresar de las vacaciones no lo vas a encontrar sentado delante de ti como solía hacerlo y también me gustaría decirte el arrepentimiento que siento de no haberle dado el gusto, de no haberlo hecho feliz aunque sea por un rato al decirle que no. Me arrepiento de haberle dicho que no cuando debí haber dicho que sí. Había estado ya con un patán que acabó siendo mi coco. Había estado ya con un monstruo flacucho y medio estúpido. Había estado con gente de lo peor. Él era por mucho mejor que ellos y no le di ese gusto. Si me preguntaras el por qué te contestaría que por pendeja.
En estos momentos (y en esos también) es cuando un canuto viene perfecto.
Ustedes fueron como una maldición o algo así. No te vayas a ofender Charly pero es que desde que los conocí hasta que desaparecieron (tú primero y después Óscar) no pude conseguir nada de mois. Ni siquiera un maldito porro y ahora que lo pienso yo también lo fui para ustedes. Más para él que para ti.
Esos ocho días los recuerdo muy bien. Sus últimos días. De él claro. Ése viernes en el que yo le decía adiós a la prepa y según ustedes, me dirían adiós a mí, ése viernes en el que fuimos a la casa de su amigo a “conbeber” sanamente. En especial ese día no lo voy a olvidar, porque ése día, como tu bien te acordarás Óscar me besó. Un tanto alcoholizado, bastante necesitado de mois y con muchas ganas de mí, me besó.
En ese momento sólo me reí, me reí y no pude evitar pensar que le faltaba práctica y obvio en ese momento supe que estaba enamorado de mí. Luego de eso todos empezaron a salir de la casa y se largaron, te lo llevaste casi a la fuerza. Me despedí de ti Charly y luego se largaron.
El día siguiente, el sábado, recibí un mensaje de un número raro que decía: “tus babas deben tener algo, son como adictivas :)” Me saqué de onda. Al poco rato recibí otro mensaje del mismo número raro: “Me sigues debiendo una mordida y unos cuántos pellizcos” Sí, era él, Óscar.
Mandé un mensaje al número raro de Óscar: “y tú de qué privilegios gozas que ya hasta me quieres morder y pellizcar no sé en donde?” Me contestó: “soy tu amigo, eso para algo debe de contar” Era mi amigo y por lo que hoy sé también mi amante. Yo sólo era su amiga, pero él, él era mi amante. Tú lo sabes, él me amaba.
Hasta ese maldito día en que murió. Hasta ese día me amó. Hasta ese fatídico martes en el que tras mucho pensarlo, decidí ir a la escuela. Porque sabía que ustedes salían temprano, porque sabía que él me quería ver (después de todo no me veía desde aquél beso), porque no sabía que Rodrigo, mi ex-novio maniaco-depresivo con no sé cuántos trastornos mentales más me estaba siguiendo.
Ése martes en el que lo vi salir sin ti del salón de clase, cuando me dijo que fuéramos al parque, como lo habíamos hecho ya la semana pasada con esa chispa en sus ojos, esa chispa que sólo se encendía cuando yo estaba con él. En ese momento me sentí bien. Feliz.
Ése martes en el que mientras estábamos los dos solos, sentados en el pasto. Mientras él con su mano derecha puesta en mi mejilla izquierda, acercándose cada vez más y justo cuando parecía que diría algo, se escuchó un sonido estruendoso y seco, el sonido de una bulldog al disparar. Una bala calibre .38 se incrustó en su pulmón derecho y aún así el muy maldito sonrió, con su último aliento, con su última bocanada de aire suspiró y me susurró al oído [citando a Pablo Neruda]: “te amo como se aman ciertas cosas oscuras, entre la sombra y el alma.”
PD:
Hasta hoy no había tenido el valor de reponerme y escribirte esta carta, hasta hoy no había podido reunir el coraje para contarle esto a alguien, hasta hoy no había tenido el valor para recibir el beso del bulldog. Hoy voy a saber lo que se siente recibir ése beso y si lo encuentro a él, a Óscar, le daré tus saludos.
El escandaloso manuscrito de Los 120 días de Sodoma, redactado por Sade en la prisión de la Bastilla en 1785 y luego escondido, robado, disputado y vendido por casi 10 millones de dólares, regresará a París para ser expuesto en el año del bicentenario de la muerte del “divino marqués”.
